ARGENTINA-BOSNIA BAJO LA LUPA
Por Hugo Caric
Con el resultado visto, Alejandro Sabella optó por la
autocrítica: “A veces son errores míos”. Tras el ansiado debut mundialista, el
seleccionador argentino dejó en claro que el triunfo 2-1 sobre Bosnia fue
prácticamente lo único que lo dejó conforme en la tarde de ayer. La exhibición
de su equipo en el Maracaná, en cambio, pareció generarle por igual dudas y
certezas. Más allá de la sinceridad, bien escaso en el fútbol contemporáneo, el
“mea culpa” del entrenador no resultó sorprendente: los 90 y pico minutos de
juego habían dejado en evidencia sus cabildeos tácticos y estratégicos.
Con el partido todavía en el pizarrón y uno de sus delanteros indiscutible entre algodones, “el Pipita” Higuaín, Sabella cayó una vez más en la tentación de poner en la cancha su dibujo predilecto: 5-3-2. La puesta en escena, más que una convicción, pareció poner de manifiesto los temores y la desconfianza que genera a propios y extraños la defensa albiceleste.
La superpoblación de jugadores en las cercanías del arquero Romero le permitió a Argentina controlar al temido Edin Dzeko, pero dejó al equipo partido en dos. Porque Zabaleta y Rojo, al fin y al cabo laterales sin más por excelencia, avanzaron mucho y atacaron casi nada por los costados. Porque se sabe que Mascherano es impecable en el quite y la entrega, pero también es evidente que se le complican las cosas cuando tiene que tomar alguna decisión mayor. Porque Bosnia leyó bien el partido y se encargó de que “Maxi” Rodríguez y Di María no recibieran cómodos en la zona de volantes, mientras redoblaba las marcas sobre un Messi que estaba obligado a retrasarse hasta la mitad de la cancha para intentar desde ahí alguna de sus célebres apiladas o una combinación con el solitario “Kún” Agüero. Y se le notaba el fastidio. Algo había que cambiar. Más allá de la dosis de Kolasinac (autogol del defensor bosnio, tras centro de Messi y cabezazo defectuoso de Rojo) que, fuera de toda prescripción, le había otorgado la mínima ventaja al elenco nacional.
Afortunadamente, y quién sabe por decisión de quién, luego del descanso aparecieron en cancha Gago e Higuaín, para darle más juego al medio, más presencia al ataque y más compañía a Messi. Entonces Argentina se sintió más cómodo, el partido se jugó decididamente en terreno ajeno y “la Pulga” tuvo su segundo de desahogo después de tantos minutos de desencanto. También asomaron los desaciertos defensivos y más dudas en el banco (recién ante la evidencia del 1-2 atendió el reclamo de sus dirigidos de reforzar el mediocampo), que condujeron a la zozobra final. “Lo más importante fue empezar ganando”, coincidieron los testimonios en el vestuario ganador. Una victoria, dos caras. Muchas preguntas sin responder.
Con el partido todavía en el pizarrón y uno de sus delanteros indiscutible entre algodones, “el Pipita” Higuaín, Sabella cayó una vez más en la tentación de poner en la cancha su dibujo predilecto: 5-3-2. La puesta en escena, más que una convicción, pareció poner de manifiesto los temores y la desconfianza que genera a propios y extraños la defensa albiceleste.
La superpoblación de jugadores en las cercanías del arquero Romero le permitió a Argentina controlar al temido Edin Dzeko, pero dejó al equipo partido en dos. Porque Zabaleta y Rojo, al fin y al cabo laterales sin más por excelencia, avanzaron mucho y atacaron casi nada por los costados. Porque se sabe que Mascherano es impecable en el quite y la entrega, pero también es evidente que se le complican las cosas cuando tiene que tomar alguna decisión mayor. Porque Bosnia leyó bien el partido y se encargó de que “Maxi” Rodríguez y Di María no recibieran cómodos en la zona de volantes, mientras redoblaba las marcas sobre un Messi que estaba obligado a retrasarse hasta la mitad de la cancha para intentar desde ahí alguna de sus célebres apiladas o una combinación con el solitario “Kún” Agüero. Y se le notaba el fastidio. Algo había que cambiar. Más allá de la dosis de Kolasinac (autogol del defensor bosnio, tras centro de Messi y cabezazo defectuoso de Rojo) que, fuera de toda prescripción, le había otorgado la mínima ventaja al elenco nacional.
Afortunadamente, y quién sabe por decisión de quién, luego del descanso aparecieron en cancha Gago e Higuaín, para darle más juego al medio, más presencia al ataque y más compañía a Messi. Entonces Argentina se sintió más cómodo, el partido se jugó decididamente en terreno ajeno y “la Pulga” tuvo su segundo de desahogo después de tantos minutos de desencanto. También asomaron los desaciertos defensivos y más dudas en el banco (recién ante la evidencia del 1-2 atendió el reclamo de sus dirigidos de reforzar el mediocampo), que condujeron a la zozobra final. “Lo más importante fue empezar ganando”, coincidieron los testimonios en el vestuario ganador. Una victoria, dos caras. Muchas preguntas sin responder.
@HugoCaric
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