“La emoción de darle
la mano a Francisco,
el Papa de la gente”
Tras presidir la misa
de la Asunción de la Virgen en Castel Gandolfo, Jorge Bergoglio retornó una
hora más tarde, se acercó y estrechó sus manos con quienes quedábamos en la
plaza.
También publicado en DIARIO TIEMPO 9 de julio |
"Acá es cuando me dio
la mano Francisco”, repetían una y otra vez las chicas llorando de la
emoción mientras se mostraban las grabaciones de sus cámaras. Yo las miraba
desorientado, es que también estreché mis dos manos con él. Mi mente tenía la
imagen congelada del momento en que intercambié mirada, sonrisa y manos con el
Papa argentino.
Una emoción indescriptible... lo que vivimos el puñado de
argentinos al tener contacto con el Papa. A los cinco minutos, el Papa salió de
la Basílica para caminar los cien metros y saludar a las aproximadamente 250
personas que quedamos detrás del vallado. De esa cantidad, de Argentina había
un grupo selecto de adolescentes que se encuentran de viaje de egresados en
Roma, y algunos más. En el recorrido, el Papa salió derecho donde estaban las
chicas haciendo lio, ese lio que le agrada, cantando y gritando por Francisco.
Y continuó los cien metros del vallado para saludar a todos. A mitad de camino
estaba yo. Parafraseando una frase futbolera que dice “equipo que gana no se toca”, en este caso fue “saludo que prospera, no se modifica”. Lo veo venir de frente y no me
sale otra cosa que gritarle: “¡Padre
Jorge!”. Emoción difícil de describir. Recuerdo que me mira con una sonrisa
enorme de felicidad y toma mis dos manos. Un fuerte apretón con el Papa durante
cinco segundos que me dejó mudo. No atiné a más que mirar a la cara a Francisco
y disfrutar el momento.
“¡Esa es mi manooo… no
puedo más!”, gritaba a los cuatro vientos y llena de lágrimas una de las
chicas. Lo miro a Lucas y veo como le tiemblan las dos manos, una con la
camiseta de San Lorenzo que fue tocada por Su Santidad. “¡No la lavo nunca más!” y “¡Mirá
cómo estoy!”, es lo que alcanzó a balbucear tartamudeando por la situación
vivida. A todo esto, yo también en otra dimensión, llevo la camiseta argentina
a mi cara para secarme los ojos y esbozo mis primeros vocablos a un minuto de
haber apretado las manos del Papa: “Esto
es muy fuerte”.
Como suelo decir en casos excepcionales, son momentos en que
los sentimientos superan la labor periodística y la capacidad de transmitir con
fidelidad suprema lo acontecido. No es moneda corriente que el Papa sea
argentino, que uno sea contemporáneo y mucho menos la posibilidad de estar en
contacto. Estar a menos de diez metros de Francisco en las celebraciones de la
Jornada Mundial de la Juventud en Rio de Janeiro fue una experiencia religiosa.
Pero ser testigo de un Ángelus en la Plaza de San Pedro a 50 metros en el mismísimo
Vaticano fue más escalofriante. Y estrechar las manos con el Papa argentino en
Castel Gandolfo fue una emoción indescriptible.
Durante la homilía, el Papa se centró en tres palabras respecto a la Virgen María “que siempre nos acompaña, que siempre está con nosotros: lucha, resurrección y esperanza”. Lucha porque “sostiene a los cristianos en el combate contra las fuerzas del mal”. Resurrección porque “María también conoció el martirio de la cruz, vivió la pasión del Hijo hasta el fondo del alma y estuvo completamente unida a Él en la muerte, y por eso ha recibido el don de la resurrección”. Y al hablar de Esperanza, repitió uno de esos mensajes que “más me gustan”, como Francisco reconoció: “No nos dejemos robar la esperanza”. El Papa manifestó que la esperanza es “una fuerza que es una gracia y don de Dios". Desarrolló que esa esperanza es la que conforta en pruebas y dificultades, que la Virgen acompaña a todos los cristianos que sufren en el mundo: “allí donde el Cuerpo de Cristo sufre hoy la Pasión”.
Castel Gandolfo es el lugar donde se encuentra la residencia estival de los Papas, donde Francisco fue recibido con especial calidez por sus habitantes. Jorge Bergoglio eligió hacer la celebración en esa localidad marcada por el lago volcánico de Albano, aunque decidió no trasladarse en el presente verano europeo, sino quedarse en el Vaticano para trabajar. Castel Gandolfo fue el lugar donde un puñado de argentinos tuvimos la dicha de darle la mano al Papa. Todos recordaremos esa tarde de jueves, feriado en Italia. Una jornada de un calor galopante. Aunque el calor de parte de Franciso para con la gente fue lo más alucinante.
Las adolescentes argentinas no paraban de cantar: “El Papa
toma mate”, “El Papa come asado” y “El Papa es argentino”… Tanto que luego de
que el auto que trasladó a Francisco se retiró, las chicas fueron las
protagonistas y entrevistadas unos cuantos minutos por el canal religioso de la
TV italiana.
A Jorge Bergoglio le gusta estar en permanente contacto con
la gente, lo disfruta, de tal modo que se expone en demasía y es consciente de
eso. Pero prefiere ser él. Ya es sabido que les trae más de un dolor de cabeza
a los hombres de seguridad del Vaticano. Pero a los mismos hombres de seguridad,
ya se los nota más desenvueltos y hasta atraídos por la personalidad del Papa
argentino. Un Papa que es adorado en Italia por características que están a la
vista: humildad, convicción, fe, carisma y alegría. Esa son las cualidades que
provocan el cariño del pueblo hacia el Papa. No tengo dudas en afirmar que
somos afortunados de vivir en épocas del Papa argentino… El Papa Francisco….
Definitivamente, el Papa de la gente.@JonyFabbian
jonatanfabbian@mundialdefondo.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario