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Argentina sufrió y tuvo que esperar 118 minutos para hacerle un gol a Suiza. Fue Di María el responsable del 1-0. |
La lógica se impuso una vez más, aunque en este caso no estuvo tan reñida con la insensatez. Los primeros cruce de la segunda fase mundialista le dieron luz verde a los punteros y frenaron la marcha de los escoltas, dejando el camino despejado para ocho seleccionados que mantienen intactos el invicto y la ilusión. Serán cuatro representantes europeos y cuatro participantes de la última Copa América que se disputó en territorio argentino. Con cuatro campeones del mundo. Y cuatro que repiten su presencia en esta instancia respecto a Sudáfrica 2010.
La hipótesis del batacazo no llegó a consumarse, aunque no le faltaron argumentos para sostener su comprobación. Con excepción de Colombia, a la que le alcanzaron dos golazos del joven maravilla James Rodríguez para resolver tempranamente su duelo ante el golpeado elenco uruguayo, el resto debió lidiar bastante para lograr el pase a cuartos de final. El anfitrión Brasil, decididamente sin “jogo bonito” y cada vez cargando más ansiedades sobre las espaldas y los botines de Neymar, recién pudo completar el trámite en la serie de penales ante una dignísima Chile. Lo mismo le sucedió a la sorprendente Costa Rica en la llave que protagonizó con Grecia, luego de un alargue que, como la mayoría de ellos, mostró pocas ideas y mucho cansancio, con jugadores al límite de sus posibilidades.
Tampoco la tuvieron sencilla Argentina, Alemania y Bélgica, que lograron evitar la definición más dramática en sus respectivos duelos ante Suiza, Argelia y Estados Unidos, pero que debieron emplear un valioso tiempo extra para alcanzar el objetivo. Holanda y Francia completan el trío de los que lograron evitar la prórroga, aunque no les resultó un trámite. Dos errores lo hicieron posible: uno del árbitro portugués Pedro Proenca, quien cobró un inexistente penal a favor de Robben y en contra de los mejicanos; y otro del arquero nigeriano Vincent Enyeama, que con un fallido despeje le sirvió el gol al galo Didier Pogbá.
Pasaron 56 partidos, 154 goles y algunas polémicas más, como la inacción del Comité Disciplinario de la Fifa –el mismo que actuó con tanta celeridad y severidad en el caso del uruguayo Luis Suárez- respecto a la patada del francés Matuidi que le provocó rotura de tibia y peroné al nigeriano Onazi. Quedan apenas ocho partidos; quizá los más lindos, tal vez los más dramáticos. La secuencia final arrancará el viernes con Francia-Alemania y Brasil-Colombia, y seguirá el sábado con Argentina-Bélgica y Holanda-Costa Rica. Los vencedores serán los que protagonizarán las dos últimas jornadas de la competencia; semifinales, tercer puesto y la gran final, el partido por el oro y los 10 millones de dólares que separan el caché del campeón (35 millones de dólares) y del subcampeón (25 “palitos verdes”). Es lo que hay Entre los “sobrevivientes” del Mundial Brasil 2014 no asoma un gran candidato. La verdad es que ninguno sobresale demasiado del resto. Los holandeses y los alemanes son los que impresionan más como equipos, aunque belgas y franceses también tienen lo suyo. Argentina y Brasil, a falta de una mejor expresión colectiva, parecen decididos a sostener sus aspiraciones con la “chapa” y los destellos de Messi y Neymar.
Por funcionamiento y rendimiento, Colombia quizá haya demostrado estar un escaloncito por encima de todos los demás, aunque el duelo con los dueños de casa será una prueba de fuego para sondear su temple. El conjunto de Néstor Pekerman ya entró en la historia; ¿ahora triunfará la ambición de ir por más o el conformismo de estar por primera vez entre los ocho mejores de la Copa? Costa Rica, tal como sucedió en la fase inicial, sigue cargando con el mote de “convidado de piedra”, aunque su entrenador, el colombiano Jorge Luis Pinto, ya avisó cuáles son las pretensiones de “Los Ticos”: “Ahora, no nos haremos a un lado”.
¿Y Argentina? Bien, gracias. O no tan bien, si a la euforia que provocan las victorias le agregamos un análisis más o menos crítico. El equipo no aparece, y es difícil que lo haga de aquí en más. Aunque más dinámico que en los desconcertantes partidos iniciales ante Bosnia e Irán, donde parecía el Barcelona de España en cámara lenta, el seleccionado de Alejandro Sabella apenas alcanza a disimular su falta de identidad haciéndose cargo de su condición de “grande” y de la consecuente obligación de buscar el resultado. Por el momento, el adn de este equipo no han sido más que las esporádicas apariciones de Messi y la permanente entrega de Mascherano. Después habrá que esperar que Romero siga respondiendo a contramano de la mayoría de los pronósticos, que la defensa no se equivoque tanto y que Di María se decida a ser el que fue en la última temporada en Real Madrid. ¿Higuaín? Ausente sin aviso. ¿Será el tiempo de Palacio-Lavezzi? Tal vez. ¿El momento justo para “Maxi” Rodríguez o Augusto Fernández? Quizá. En la lista de alternativas no aparece mucho más. Será cuestión, nomás, de encomendarse a los pies de Messi; y por qué no también a las manos de Romero. Es lo que hay, y hasta el momento alcanzó. Para colmo, se acabaron los tiempos para el lirismo. De ahora en más, queda un único lema a seguir: “Hasta la victoria siempre”.
HUGO CARIC
@HugoCaric